sábado, 14 de marzo de 2009

Tecnologia Basura

La impresora autorreplicante

RepRap es una impresora en 3D capaz de producir sus propias piezas y de duplicarse. "Es como un ser vivo que genera clones de sí mismo", explica García. El neoyorquino Zach Smith, de 25 años, es el responsable de la instalación. "Puedes construir lo que quieras. La impresora está conectada a un programa de diseño tridimensional, el mismo que se emplea en animación. Mediante este software se puede idear cualquier objeto: un florero, un zapato o una silla".

El objetivo de Smith y su equipo es garantizar el acceso de los consumidores a una máquina como ésta. "Se trata de la versión casera de una máquina que en el mercado ronda los 24.000 euros. Ésta cuesta 400 euros".


Las hormigas de Marie Curie

¿Qué sería de un laboratorio sin insectos? Eso fue lo que se planteó el mexicano Adrián Santuario, un físico de 22 años. Ha actualizado la plaga de hormigas que tantos quebraderos de cabeza dio a Marie Curie. "Escribió desesperada a su marido. Le explicó que las hormigas no la dejaban trabajar, que estaban por todas partes", relata Santuario. Sin embargo, sus hallazgos más brillantes sucedieron mientras la molestaban. La investigadora que descubrió el radio trabajaba en un cobertizo lleno de moho.

"Mi idea era que inundasen la sala, importunando a la gente", confiesa. "Pero, claro, no nos dejaron. Así que construimos un terrario, lo llenamos de pimienta y soltamos las hormigas robot". Fabricaron cuatro tipos, las más grandes son las más complejas. "Se orientan por unos sensores de luz; las pequeñas, elaboradas con la parte de arriba de un cepillo de dientes, dibujan círculos aleatorios en el suelo de pimienta y condicionan el movimiento de las grandes. Interactúan entre ellas, como en un hormiguero de verdad". ¿Materiales empleados? "Destripamos móviles y usamos el vibrador".


La música de las bacterias

No hay proyecto en el que no ande Jay Barros. Este cubano de origen, afincado en Madrid, es uno de los fundadores de SinAntena (televisión libre en Internet). Es colaborador habitual en festivales y charlas de tecnología. "Estudié producción y dirección de cine, pero la ciencia y el arte siempre me han interesado", afirma Barros, de 28 años. Sus pasiones confluyen en los sonidos de la ciencia, un sistema para traducir partículas microscópicas en música. Un proyecto inspirado en corrientes como el Petri Art y el BioArt.

"Consta de dos partes: un microscopio con cámara casero y un software, basado en PureData que digitaliza, analiza y transforma bacterias en imágenes". Presupuesto del microscopio, un euro. "Usamos material reciclado como un CDD de una cámara y un tubo de PVC con diferentes lentes ópticas", explica orgulloso. "El PureData procesa las imágenes y convierte las formas en puntos cardinales en la pantalla. Luego se transforman los datos en frecuencia de osciladores".


Frutas que dan calambres

Un ordenador que se alimenta de fruta, una máquina orgánica: el primer paso para su creación lo dieron el colombiano Alejandro Tamayo y sus cuatro colaboradores, entre los que se encuentra el austriaco Andreas Puck. "El objetivo era reproducir el sistema binario con valores de pH. Usamos el limón para el cero y la mandarina, para el uno". Sin embargo, su osadía se ha topado con un contratiempo. "Esto es un pH-metro, un instrumento que mide la diferencia de potencial entre dos electrodos", describe mientras señala un aparatito amarillo lleno de cables. "Los mejores son más caros que éste, cuestan unos 80 euros, pero no encontramos ninguno en Madrid. Éste no es muy bueno".


Globo detector de gases

La italiana de 37 años Susana Tesconi y sus colaboradores han construido un artilugio de detección de gases en el aire y una interfaz para que los niños entiendan el peligro de la contaminación. Su nombre es Glob@s, porque la máquina se suelta en el aire y un GPS mide su posición. "Tiene un sensor que detecta hidrógeno, metano, etanol, butano y el CO2. Recopila datos y los envía a un Arduino, a un módulo inalámbrico y a un ordenador", explica Tesconi.

El programa del ordenador está conectado a Pachube, una red global de datos en la que compartir la información. El software es perfecto para los niños. Un código de colores mide el nivel de contaminación: un dibujo con casas, árboles, coches y fábricas pasa del verde al marrón según los datos recabados.

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